EL JARDÍN DE LAS MENTIRAS.


mi otro blog:

SAMSARA.

wwwyinyyang.blogspot.com


Mi foto
Granada, Andalucía, Spain
Tanto si la oímos como si no, suena la flauta del tiempo interno. Robert Bly, book of Kabir.
Ni vivir puedo en tu ausencia,
ni vivo cuando te veo,
ni es del mundo este deseo
que consume mi existencia.

-Blanca Ríos, escritora-

viernes, 6 de noviembre de 2009

LIN MAY


LIN MAY

Estaba Lin May llenando el cubo de agua.

El cubo pesaba más que ella, pero Lin May tiraba de él con sus delgados brazos mientras intentaba llevarlo dentro de la casa.

El vestido estampado de pequeñas florecillas que llevaba, ya no era tan blanco y nuevo. Y sus piernas y sus pies descalzos andaban llenos de rasguños. Las costillas comenzaban a marcarse en su cuerpecillo de ocho años. Aquella mañana ella y sus hermanos pequeños tan sólo habían podido comer un tazón de arroz y mendrugos de pan. Lin May entró en la casa y llevó el cubo hasta la cocina de piedra ubicada en el centro de la habitación principal. Su madre estaba preparando una sopa de fideos. Olía bien dentro de la casa, olía a comida. A Lin May le volvieron a sonar las tripas.

Lin May tenía unos ojos grandes y expresivos; algo rasgados pero no mucho, del color de las aguamarinas y la piel más blanca que otras niñas chinas. Su pelo negro y liso hasta la coronilla, no hacía más que contrastar esa diferencia. Y la gente del pueblo la miraba con curiosidad.

Su madre le dijo una vez, que su padre no era chino, que vino de un país llamado América. Su madre y su padre se quisieron mucho, pero él no cumplió su promesa de volver a China a por ella cuando regresó de nuevo a su país.

Su madre, entonces, se casó con Chen Yu cuando Lin May aún no sabía andar. Chen Yu murió joven, ahogado en el mar. Y dejó a su madre sola y con dos hijos más cuando Lin May tenía cinco años.

Su Nü, la madre de Lin May tan sólo tenía treinta y cinco años, pero aparentaba más. En su rostro estaban marcadas las arrugas de la desesperanza. Y aun así, la niña sabía que Su Nü hacía lo imposible para que no les faltara algo que comer, por poco que fuera.

-Anda, Lin. Ve a ver que hacen Chang y Wu.

-Sí, mamá.

Lin May quería mucho a su madre y le ayudaba en todo lo que podía, incluso en el cuidado de sus hermanos pequeños.

Así que Lin May, acompañaba por las mañanas a su madre al mercado para vender los boniatos que ellas mismas cultivaban en un pequeño huerto tras la casa, y mientras su madre se ocupaba de venderlos; ella vigilaba que Chang y Wu no quedaran rezagados por ahí. Chang tenía seis años y Wu, cuatro.

Y ni ella, ni sus hermanos iban a la escuela.

A Lin May le gustaban las tardes. Había un ratito en el que su madre se sentaba con ellos alrededor y les enseñaba a leer, escribir, sumar y restar. Lin May sabía que hubo un tiempo en el que su madre fue maestra.

Y a Lin May le gustaba aprender. Y también le gustaba escuchar.

Eran las historias que Su Nü les contaba las que hacían pensar cada día a Lin May en todos esos lugares maravillosos a los que iría cuando fuese mayor.

Y su pequeño corazoncito latía lleno de fuerza.

Lin May sabía no muy bien como que ella viajaría lejos.

Su lugar no estaba ahí.

(CONTINUARÁ...)


1 comentario:

  1. Te felicito por emprender la tarea de publicar un blog, en estos tiempos de gran expectativa es importante atreverse a decir lo que sentimos, y disfrutar la gran diversidad que la tecnología nos pone a mano.
    Interesante tu blog, te sigo visitando.

    ResponderEliminar