EL JARDÍN DE LAS MENTIRAS.


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Granada, Andalucía, Spain
Tanto si la oímos como si no, suena la flauta del tiempo interno. Robert Bly, book of Kabir.
Ni vivir puedo en tu ausencia,
ni vivo cuando te veo,
ni es del mundo este deseo
que consume mi existencia.

-Blanca Ríos, escritora-

domingo, 18 de octubre de 2009

COSECHA PROPIA



VOLVERÁS CON LA MIRADA ENCENDIDA A ILUMINAR LA SOLEDAD DE MI TRISTEZA.
DESPERTARÁS LA FANTASÍA QUE, DORMIDA, TENGO GUARDADA EN UN RINCÓN DE MI CABEZA.
VENDRÁS DE NUEVO CON TU PASO DILIGENTE.
SERÁ TU VOZ LA QUE DESPIERTE MIS MAÑANAS Y YO RENDIDA A TU PRESENCIA, NUEVAMENTE, ME ENTREGARÉ A TÍ COMO LA NOCHE A LA ALBORADA.


Los momentos que siempre recordamos llegan de repente, sin hacer ruido. Graig Hova.




viernes, 2 de octubre de 2009

SIMPLEMENTE ANA

Hay dos maneras de difundir la luz. Ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja. Lin Yutang.

La protagonista de mi nuevo relato se llama Ana. Me gusta el nombre. Ana: “benéfica, compasiva”.

La historia que ella quiera contarme ya me la contará y yo la escribiré sumisa, buceando en su interior. Tiene muchas cosas que decirme. Tantas como las que yo tengo que decirle a ella. Ahora mismo sólo es una idea pequeñita, pero sé que irá creciendo rápido y que pronto querrá ver la luz.

SIMPLEMENTE ANA.

ANA QUE RESPIRA. ANA QUE SE ESTÁ MIRANDO.

…(el comienzo)

“-Ana, ¿qué haces?-“

“-Mirar por la ventana. Hay una luz extraña que se refleja en los cristales…”-

“-¿Dónde?, no logro verla-“

“-Mira ahora. Está ahí, ¡ahí!... Fíjate bien, es muy tenue-“

“-¡La veo! ¡Qué cálida!-“

“-¿Tú también lo sientes?-“

“-Sí, es muy agradable-“

“-…Mira, mira otra vez-“

“-¿Qué miro?-“

“-Si tú te mueves, la luz se mueve. Se refleja en ti y no sólo en los cristales de la ventana-“

“-¡Y también en ti! También se mueve contigo…-“

“-Me gusta esta luz-“

“-Entonces, Ana, no dejemos que la luz se vaya-“

“-No se irá, ¿sabes? Si tú y yo no queremos que lo haga-“

“-¡Vaya!, ¡sonríe! Eso es bueno-“

ANA QUE SE ESCUCHA. ANA SIGUE RESPIRANDO.

Revoltijo de sábanas. Revoltijo de cama. Me cuesta levantarme.

Otra vez volví a acostarme más allá de la hora de las brujas. Testigo mudo, sobre la mesita de noche, el libro que estuve leyendo hasta que me dio sueño.

Y aún así, me he despertado temprano, con los brazos y las piernas agarraditas con fuerza a la almohada. En el mundo onírico de los sueños no era a mi almohada a quien abrazaba.

“Venga, levanta. Tienes cosas que hacer”. Suelto la almohada intentando no recordar el sueño, me incorporo y abro la persiana.

El aire huele a café. El café de algún vecino.

No sé porqué, me viene a la cabeza la Audrey con gabardina de “Desayuno con diamantes”, que empapada, busca desesperadamente a su gato entre los contenedores. En el fondo una parte de mí es como esa Audrey.

En ropa interior me dirijo a la cocina y preparo mi propio café. Si me da tiempo, tal vez me prepare también tostadas. Y mientras el café se hace, me doy una ducha.

Salgo de casa con el bolso en bandolera y la carpeta entre mis manos. Al final me decidí por la falda negra. Me hace sentir más femenina me ponga lo que me ponga. En el ascensor suspiro profundamente observándome en el espejo. Como siempre, no me reconozco a mí misma en la imagen: “Yo soy Ana, ¿quién eres tú?”.

Al salir del ascensor me cruzo en el portal con Diego, el vecino del 2º A, viudo y solo. Sonrío. Es un hombre ya mayor con socavones de experiencia en el rostro y mirada serena. Siempre me saluda cuando le veo.

-Hola, buenas-

-Buenas, niña, buenas-

Diego mira en su buzón, me vuelve a saludar y después entra en el ascensor.

Salgo a la calle contenta.

“Sonríe, Ana. Hoy vas a tener suerte”.

ANA QUE PREGUNTA. ANA SE SORPRENDE.

Como “Alicia tras el espejo”, así me encuentro.

Totalmente perdida en esos mundos de fantasía, creyendo algo que no sé si es cierto. Confundida, sin saber si es real o no, porque me gusta lo que veo.

-“¿Y, cómo saberlo?”-

-“Dilo”-

Ay, Ana.

-“…Decir, ¿qué?”

-“Vuelve a sentir, Ana”-

Cierro los ojos. Una sonrisa vaga se planta en mis labios.

-“Cuando le toco, creo estar tocando el cielo con la punta de los dedos. Me mira, me habla y me hace sentir bien”-

-“¿Y qué más…?”-

-“Que sigo sin saber porqué a veces es sí y todo lo demás es un no, un acaso, un tal vez…”-

Ay, Ana.

-“Otra vez lo has vuelto a hacer”-

-“¿El qué?”-

Mirar desde fuera, Ana.

Si, está bien. Alicia siempre anda huyendo.

ANA QUE AMA. ANA, ¿QUÉ SIENTES?

Son las 9 de la noche.

…Nadie diría que está ordenada. Pero lo está. Mi habitación, me refiero.

De todos modos parece estar pidiendo mi atención. Creo oírle decir: “obsérvame, aún tengo muchas cosas que contarte”.

Y eso hago. Parece un calidoscopio de cosas. Así que, aquí Ana en el planeta Tierra, da al PLAY para oír “Till it breaks” (Nawjajean) y se dispone a orbitar un ratito por su habitación-espacio como otro planeta más.

Y de entre todo este espacio sideral, mi viejo escritorio es quien más ha orbitado conmigo de aquí para allá y acullá.

Abro uno de los cajones llenos de papeles (notas, anotaciones, citas, principios y finales) y encuentro un dibujo a lápiz del desnudo de una mujer (traspapelado, quizá):

"¿Cuándo fue que lo pinté?".

Ladeo la cabeza y miro el dibujo sin mirar. “Es interesante. Está clavadito dentro de mí suavemente, como una canción que oigo de fondo en mi cabeza sonando una y otra vez. No hay manera de alejarle…”

“No hablas del dibujo, ¿verdad?”.

“No ya sabes que no. Y de todos modos, ¿qué importa? A veces es una canción triste y otras alegre”.

Suspiro y vuelvo a dejar el dibujo en el mismo sitio.

Mis manos pululan zanganeras por el mismo cajón. Topan con unos legajos sepia: poesías. Mario Benedetti.

Siempre me gustó.

...A VECES NO ME SIENTO TAN SOLO SI IMAGINO,

SI SÉ, QUE MÁS ALLÁ DE MI SOLEDAD Y DE LA TUYA,

OTRA VEZ ESTÁS TÚ, AUNQUE SEA PREGUNTÁNDOTE A

SOLAS, QUE VENDRÁ DESPUÉS DE LA SOLEDAD.

Vuelvo a dejar a Mario Benedetti en el cajón. Dido y su "Don´t Believe In Love" llega hasta mí intentando colorarse en algún lugar de mi cerebro.

Ahí está otra vez. De una manera u otra.

“Piensa en otra cosa”.

“…No sé cómo hacerlo".

“Pues sí, es interesante”.

Entonces cojo un folio y un boli del escritorio y escribo:

"Tú abarcas todos mis pensamientos. Quiero estar a tu lado y ya está. Sin tener que pensar si te veré o no te veré más. ¿Qué está sucediendo? Mi corazón y mi mente no se ponen de acuerdo. Me siento como una niña a tu lado, y al mismo tiempo, mujer. Me gusta verte, me gusta tocarte, me gusta olerte, me gusta oírte reír. Me gusta la forma que tienes de ver el mundo y de ver a los demás".

Rechupeteo la punta del boli, seria, sorprendida, asustada. Leo lo que acabo de escribir.

"Ana, ¿estás enamorada?".

“¡Vaya pregunta! ¿Y cómo saber eso?”.

“¿Qué sientes?”.

“No lo sé exactamente… Es como si, tras un largo viaje, hubiese llegado por fin a casa”.

“Ahí lo tienes. ¿Qué importa todo lo demás?”.

No sé, no sé. Ese es el meollo del asunto.

…Nada. Mejor dejarlo estar.

Doblo con mucho cuidado el folio para guardarlo en el cajón con todo lo demás, entre las hojas de un cuaderno en las que coloqué, flores de espliego.

“Nothing compares 2U” (Sinéad O´Connor) está sonando ahora.

Pues eso, continúo orbitando entre las cosas de mi escritorio…

ANA QUE VIVE. ANA SIGUE SOÑANDO.

“He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible para los ojos… Es el tiempo que has perdido con tu rosa lo que la hace tan importante“.

(…el zorro, despidiéndose del Principito).

Le Petit Prince, Antoine de Saint-Exupéry.

La ventana está abierta. Una brisa casi otoñal mueve las cortinas descorridas en suave vaivén.

Anoche me quedé dormida mirando las estrellas.

Y otra vez me desperté con esa luz sin nombre, que raya el alba y aún juega con la noche.

Bostezo. Me desperezo como un gato y sacudo la cabeza como un perro. La casa, vacía, me dice un “hola, buenos días” con su silencio.

Es un silencio que todo lo llena. Es como un blanco vacío, un vacío, vacío. Tal vez sea mi mente aún inactiva. Y es agradable.

Vuelvo a bostezar y miro por la ventana: el barrio sigue durmiendo.

Tan sólo la cafetería Montserrat frente a casa está abierta. Y es que siempre hay algún vecino que antes de la hora del gallo ya está en la calle echándole un café al estómago. En el horizonte la vega se abre ante mis ojos en actitud de entrega y la luz del día trae consigo nubes dispersas.

Buenos días mundo. Buenos días, Ana.

-“Hola, buenos días”-

Dejemos las cosas pasar, ¿de acuerdo?

Que late tan rápido mi corazón…

…Sí, porque hoy voy a verle. Y voy a sentir. Y voy a dejar que su presencia me envuelva toda, toda.

SOY ANA. QUIERO CONOCERTE.

Tengo su teléfono, ¿y qué?

Es demasiado pronto. Estoy demasiado nerviosa para llamarle ahora.

Dejo vagar la mirada un rato sin enfocar ningún lugar concreto. Es una situación absurda. Tengo el móvil entre mis manos con su número parpadeando en la pantalla y no soy capaz de llamarlo.

-“¿Por qué lo piensas tanto, Ana?...”-

-“Porque me asusta la idea de no ser tan importante para él como él lo es para mí”-

El corazón me late tan rápido que parece tener alas. Además, ¿cómo se hace? ¿Marcas el número sin más? Y después… ¿qué?

Dices:-“Hola, soy… hola, ¿qué tal?... o, ¿o qué?”-

De todas formas puede estar esperando cualquier llamada menos la mía. Tal vez, ni coja el teléfono si no sabe de quién es. O tal vez, sí.

Suspiro, cierro los ojos y llamo.

Piiiiiiiiii… (un tono). Piiiiiiiii… (dos tonos). Piiiiiiiii… (van tres). Piii…

“Tranquila. Tranquila. Tranqui...”

Entonces, oigo su voz.

Aliviada, dejo escapar el aire.

Y todo vuelve a su lugar, todo está otra vez en su sitio. El tiempo se ha detenido.

-Hola, soy Ana-

ANA QUE VIVE. ANA QUE SONRÍE.

(y se ríe hasta de su sombra...)

Ana está incubando sueños, esperanzas, deseos.

Ana le echa de menos.

No entiende del paso del tiempo. No entiende del control de las horas, los días y los meses y su relatividad.

“Otra vez te estás evadiendo, Ana”.

“Sí, otra vez”.

Ana suspira.

Cada vez anochece más deprisa.

El frío avisa con su llegada que aquí está el otoño.

“Tengo muchos planes y esta vez no pienso renunciar a ellos”.

“Sí, lo sé, Ana”.

“Me siento fuerte, por muy frágil que me sienta. No sé porqué. Puede que para alcanzar estos planes no ocurra como tenía pensado o que para alcanzarlos tarde más de lo que pensaba... y no me importa. Sé que voy a lograrlo”.

Ana tiene ganas de verle. Ana le echa de menos. Ana piensa en él.

Siente que su corazón le late fuerte, que algo así como un cosquilleo acaricia su estómago y que la nariz le pica al intentar retener las lágrimas.

“Sé realista, Ana”.

“Lo soy, lo soy. ¿Por qué crees que me escuecen los ojos?”.

Ana al final, acaba llorando. Tiene muchas cosas que hacer.

Y sigue incubando sueños, esperanzas, deseos.

ANA QUE SUEÑA OTRA VEZ. A ANA, QUE LE REGALAN.

Ahí estaba, con los demás.

Los ojos de Ana hacen un barrido general, lo ve y la mirada se le queda instintivamente, ahí clavada, en su espalda.

Ha vuelto otra vez. Y de nuevo, el arco iris, brilla en los ojos de Ana.

Entonces recuerda que Marta le sigue detrás y que el enorme espejo frontal es reflejo de la expresión de su cara. Opta por disimular y aparta la mirada.

“¿Lo añoraste, verdad?”.

“Sí, a cada instante”.

Su ausencia ha sido como un océano de tiempo.

Ana vuelve a suspirar.

Siente de nuevo, que todo está en su sitio otra vez con él de vuelta. Y es algo que sólo él le hace sentir.

Ana estaba preocupada por él. Pero es algo que no le dirá.

“Se ha acercado a mí, ¿viste? ¡Me dio dos besos como dos soles! ¡No lo esperaba! Que desconcertada… y que feliz y que, que… ¡qué todo!”.

“¿Otra vez en la nube, Ana?”.

“…Sí. Lleva conmigo ya bastante tiempo”.

“Sólo fueron dos besos en la mejillas…”

“Sí, tan sólo dos besos. Tan sólo. Y sin embargo, se acercó a mí para saludarme. Nunca antes lo había hecho, ni siquiera, a la vuelta de las vacaciones. ¡Qué tontaina! Otra persona a estas alturas le hubiera dado más conversación”.

“Pero tú eres tú, y él sabe que te esfuerzas y que te cuesta hablar”.

“Ya sabes que no es sólo que me cueste hablar… es con él con quien me cuesta hablar y ser natural de tan consciente como soy de su presencia que no puedo concentrarme en lo que hago ni sé cómo comportarme ni sé que decirle…”

Ana, Ana, Ana.

¡Despierta, Ana!

No te preocupes, esta vez no caeré.

Ojalá sea cierto.

Ana sonríe entre melancólica y algo rebelde.

“…Pero, ¿sabes? Tampoco pienso matar esto que estoy sintiendo”.

ANA QUE NO ENTIENDE. ANA ESTÁ AUSENTE.

Soy demasiado impaciente.

Llevo mucho tiempo aguantando, esperando, renunciando, reprimiendo, anhelando, soñando, deseando, encerrada en mí misma a cal y canto.

“Hoy me siento vacía”.

“¿Qué tipo de vacío, Ana?”

“…Del tipo en que la soledad te ronda el corazón y el alma aunque estés rodeando de gente”

…Ana.

¿Por qué no dejas que tu mente descanse un poco?

¡Ojalá supiera cómo!

No te impacientes tanto, Ana.

Ya sabes.

Si ya sé.

“Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”.


“La vida es hermosa, vivirla no es una casualidad”. Albert Einstein.

Y como dijo Benedetti: “Somos más que dos”.

Inexorablemente, dos somos infinitamente más que uno solo.